Tío bueno irrumpe en el piso, al rojo vivo. El mensaje era claro: Luces tenues, ambiente pesado. El hombre grande y fuerte estaba allí de pie, vestido con vaqueros negros y pantalones cortos ajustados. Su mirada depredadora se clava en su pareja, una mueca se dibuja en la comisura de sus labios.
Se arranca los vaqueros y se baja de un tirón los calzoncillos negros. Su enorme polla incircuncisa sale disparada como un arma. Gruesa y venosa, impone respeto. El pasivo, moreno, con los labios dispuestos a todo, se arrodilla, hipnotizado por este monstruo.
Ataca directamente, su boca engulle a la bestia con un hambre devoradora. Sus labios se deslizan, su lengua se activa, y el hombre activo gruñe, su mano agarra el pelo de su pareja para imponer un ritmo duro. La mamada es magistral, húmeda, profunda, una obra maestra del vicio. El pasivo, al borde del éxtasis, no puede aguantar más y se corre sobre la enorme polla de su compañero, marcando su territorio.
Sin perder un segundo, vuelve a meterse a la bestia en la boca, bombeando aún más fuerte, decidido a hacer que el bogoss se corra a chorros. Los gruñidos del activo se intensifican, su polla palpita, y un rugido rasga el aire cuando finalmente se corre, abrumado por la intensidad.
El pasivo se levanta, sonríe provocativamente y sale, con el sabor del triunfo en la boca, ya caliente para el siguiente asalto.