En una escalera oscura y estrecha, el ambiente ya es eléctrico. Él es el activo, un tipo varonil, rebosante de energía. Baja las escaleras a grandes zancadas, con las pelotas llenas, dispuesto a empezar el día con una buena mamada. "Muévete, no tengo toda la mañana", dice con voz ronca, los ojos ardientes de deseo. Le encanta esta dinámica, puedes sentirlo en cada palabra que pronuncia, en cada mirada que lanza.
Abajo le espera su compañero, entusiasta y hambriento. Un buen chupador, un experto que sabe lo que hace. De rodillas, mira hacia arriba, dispuesto y deseoso. Sus labios húmedos se acercan y se pone a trabajar con una devoción que roza lo artístico. Responde con entusiasmo a la guía, los "profundiza más" y los gruñidos del hombre activo que lo dirige suavemente. Es intenso, está mojado, vibra en este espacio confinado donde resuena cada sonido.
El activo impone su ritmo, muy verbal, soltando "te gusta, ¿verdad?" entre dos respiraciones pesadas, y a su compañero le encanta – se aplica, babea, saborea, disfrutando cada momento, una máquina de placer que va acumulando la tensión hasta la explosión final. Es un día que empieza fuerte, con sudor e intensidad...